![NTELIGENCIA ARTIFICAIL QUE IDIOTIZA](https://clinicaeos.com/wp-content/uploads/2022/03/INTELIGENCIA-ARTIFICAIL-QUE-IDIOTIZA.png)
Redes que desconectan inteligencia artificial que idiotiza
REDES QUE DESCONECTAN INTELIGENCIA ARTIFICIAL QUE IDIOTIZA
Las nuevas tecnologías son parte de nuestro día a día. En las fábricas, hospitales, escuelas, carreteras, hogares y hasta bolsillos, las redes desconectan. Esto afecta la relación con nuestro medio, con los demás y hasta con nosotros mismos. Un dispositivo nos informa cómo llegar a un sitio; nos ayuda a buscar pareja y hasta nos deja saber si estamos en periodo fértil. La posibilidad de que alguien o algo se ocupe de este tipo de tareas ¿nos “libera” y nos permite ocuparnos de otras, o por el contrario nos inutiliza y aísla? ¿La inteligencia artificial nos ayuda a seguir creciendo como especie o nos obliga a simplificarnos cada vez más?¿ Son las redes que desconectan y inteligencia artificial nos idiotiza?
Gracias a las nuevas tecnologías hemos sido capaces de llegar a sitios inimaginables; acortar distancias físicas; trabajar desde nuestros hogares; devolver movilidad a una persona que sufría de paraplejia y un largo etcétera que no podemos abarcar aquí. Pero todos estos avances han venido también con un alto peaje que afecta a la pura esencia humana.
Redes que desconectan y perversión del sistema
Las redes sociales se anuncian como herramientas para conectar a la gente, pero en la realidad lo que han acabado haciendo es aislarla. Paradójicamente, las redes que desconectan tanto como nos conectan. Cada vez son más, los jóvenes que sufren tras la comparación abrumante; la sensación de vacío; la necesidad de gratificación inmediata; y la enorme adicción que generan las redes sociales. Lamentablemente, los adultos no estamos exentos de estos riesgos.
Es fácil obviar que las redes sociales se programan por personas cuyo objetivo es captar el máximo de tiempo nuestra atención. Esto es lo que se comercia: nuestra atención. Por lo tanto, aquí yace la perversión de un sistema que nos abre la ventana a múltiples vidas pero que nos roba la posibilidad de vivirlas. Mientras más tiempo le dedico al mundo virtual, menos tiempo tengo para experimentar la realidad. De hecho, no sólo tenemos menos tiempo sino también menos tolerancia a la frustración y al aburrimiento. Con estos ingredientes es fácil caer en la trampa de pequeños chutes de dopamina. En otras palabras, parece más tolerable, atractivo y divertido VER la vida que vivirla.
¿Son las máquinas más inteligentes o nosotros más idiotas?
¿Son las redes que desconectan? ¿Inteligencia artificial que idiotiza? Cada año se lleva a cabo un concurso en el ámbito de la inteligencia artificial, el test de Turing, en el que se intenta evaluar si las máquinas pueden pensar. Aquí, un panel de jueces hace preguntas en un chat a varias máquinas y humanos e intenta discernir quién es quién. Cada año, los programadores se esfuerzan por presentar máquinas más inteligentes. Cada año también, los humanos intentan convencer su humanidad. Los premios son a “La computadora más humana” y al “Humano más humano”.
Este tipo de eventos genera una interesante pregunta: ¿qué es lo intrínsecamente humano?
En un mundo en el que parece que todo se puede programar y simular esta pregunta no es fácil de contestar. En la antigüedad, parecía que la capacidad para pensar, reflexionar y planificar era lo que nos diferenciaba de los animales. Pero estos aspectos cognitivos ya no son característicos exclusivamente del ser humano.
Podríamos pensar que la libertad para escoger sería una característica diferencial: los ordenadores son programados y los seres humanos somos libres. Pero, ¿es esto cierto del todo? De hecho, no somos conscientes de hasta qué punto nuestros gustos y decisiones (música, películas, moda, cánones de belleza, opinión política…) están influenciadas, sino manipuladas, por estas tecnologías. Lamentablemente, mientras más nos ayuda la tecnología menos auténticos nos volvemos (escogiendo música, palabras al escribir, caminos que recorrer). De igual forma, las nuevas tecnologías han simplificado y sesgado una realidad que es compleja. De cierta forma, pareciera que para acercarnos a la inteligencia artificial intentamos simplificar a los humanos.
Teniendo esto en cuenta, el problema más grande no es que la inteligencia artificial sea cada vez más capaz, sino que no podamos ser humanos entre nosotros. De hecho, cada vez nos cuesta más profundizar y parece más difícil SER humano. Triste será el día en que a los humanos nos resulte más fácil interactuar con un robot que con otro ser humano. Lamentablemente, para algunos, esto ya es cierto. Todo esto nos llevar a pensar si son las redes que nos desconectan de nuestro entorno y si la inteligencia artificial es la que idiotiza la sociedad.
Inteligencia artificial y psicología
Un paciente que es programador me dijo una vez algo que me impactó: “quiero entender el algoritmo de mi cerebro”. Y aunque sonaba fascinante la posibilidad de hacer un mapa o una especie de secuencia lógica sobre quién era y cómo funcionaba, nos hubiésemos alejado de lo importante de su demanda. Él sólo estaba utilizando su lenguaje para hablar de lo esencial. Algo que se podría traducir en: “quiero que otro ser humano sintonice conmigo para que yo pueda habitar mi experiencia.” De hecho, su mayor dificultad era lo alejado que estaba de su experiencia corporal, viviendo demasiado en su cabeza, asilado y disfrutando poco. Si construimos una realidad en la que lo único que tiene valor es lo cognitivo y lo individual perdemos aspectos importantes de lo que representa ser humano: poder encarnar nuestra experiencia (embody en inglés) y mantenernos conectados con los demás.
Los seres humanos nos construimos en relación
Como decía Daniel Siegel, la mente es lo que sucede entre tu y yo. A través de la mirada del otro, del encuentro y la repetición vamos aprendiendo y construyendo una imagen de quienes somos. Pensar que un encuentro humano, un proceso terapéutico, por ejemplo, pueda reducirse a un método o protocolo es por ende quedarse en la superficie del encuentro. No niego que una máquina pueda estudiar y memorizar diferentes patologías; aprender teorías explicativas; conectar circunstancias que puedan concluir en una situación concreta. De hecho, si la psicología se tratase de conectar causas y efectos, una máquina podría hacer estas conexiones a mucha más velocidad que una persona. Si sólo analizamos los factores externos que generan una emoción, un programa podría contrastar sus datos y anticiparse a una emoción humana. Asimismo, un psicólogo robotizado sería capaz de analizar la situación y dotar de recursos a la persona sin ningún problema.
Sin embargo, la terapia no es una ciencia exacta. No se aplica una fórmula y se obtiene un resultado. Más allá de las técnicas y teorías que se aprenden en la formación, un psicólogo requiere ir ajustando y afinando su propio instrumento. El encuentro terapéutico se basa en eso: en encontrarse. Para esto, un psicólogo trabaja constantemente por incrementar su presencia para poder sostener “el espacio curativo y apoyar el vínculo interno del paciente” (Salvador, 2018, 16).
Es decir, un psicólogo necesita tener un profundo conocimiento de su propio material interno para saber dónde situarlo para que no interfiera en las sesiones. Como dice Richard Schwartz (s/f) “es un secreto a voces, conocido para cualquier terapeuta medianamente honesto, que nuestros clientes remueven en nosotros tantos sentimientos tormentosos, pensamientos, prejuicios, asociaciones negativas, e impulsos desafortunados como nosotros despertamos en ellos.”
¿QUÉ PODEMOS HACER AL RESPECTO PARA QUE EVITAR QUE SEAN LAS REDES QUE DESCONECTEN?
Es inevitable que la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías sigan irrumpiendo en nuestro día a día, pero eso no implica que no podamos hacer algo al respecto. Sí, redes que desconectan.
- MINIMALISMO: Kyle Chakya, reportero del New Yorker, abogaba por un minimalismo en el que podamos centrarnos en lo esencial y no desbordarnos con tanta información.
- REFLEXIÓN: Dejarnos un momento para poder preguntarnos en qué y cómo queremos usar nuestro tiempo.Decidir dónde queremos llevar nuestra atención. No por nada psiquiatras alemanes dicen que la gente más feliz es la que domina su atención.
- PRESENCIA: ejercitar nuestra presencia. Estar donde estemos, con quién estemos.
- CONEXIÓN: generar conexiones reales, profundas y de calidad.
Humanicemos nuestro trabajo, no lo mecanicemos. No nos simplifiquemos para ser consumidores previsibles y moldeables por algoritmos. Mucho me temo que el día en que la terapia sea llevada a cabo por un robot (o un humano robotizado), será el día en que nos habremos simplificado tanto que podremos aplicar un único molde para toda persona. Inclusive, me pregunto si a nivel vincular no podría causar más daño que ayuda. El ser humano necesita conectarse para sobrevivir y lo hará con quién esté disponible
Amiguet, Ll. (2022 Feb 7) Mil pantallas y nada que ver. La contra de la Vanguardia.
Christian, B. (2011). The most human human. What artificial intelligence teaches us
about being alive. New York: Anchor Books.
Salvador, M. (2018). BSP, DISOCIACIÓN Y ESTADOS DEL YO. in Wolfrum, G. Editor. The Power of Brainspotting, an International Anthology. Asanger, 2018 (pages
129-154).
Schwartz, R. (s/f). El Yo Superior. Extraído de www. Selfleadership.org/the-larger- self.html