La rebeldia sana de la adolescencia

Emociones insanas y conductas ineficaces no vienen determinados por los sucesos sino por lo que nosotros pensamos acerca de ellos. La rebeldía sana de la adolescencia:

Lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre ellos – Epícteto

No hay que dejar de lado el contexto

La influencia del entorno cultural en la formación de las creencias se adquiere desde la infancia. Las características socioculturales condicionan el cumplimiento o incumplimiento de lo que se considera socialmente admisible. Hay un condicionamiento que va de lo general a lo particular, de la sociedad al individuo.

El individuo se ha socializado en un determinado contexto

La rebeldía sana de la adolescencia3Termina “normalizando” ciertas reglas sociales dirigidas a condicionar el comportamiento. En principio, estas reglas se transmiten con el fin de mantener un orden social aunque, irónicamente, puedan limitar al propio individuo

Un ejemplo de esto sería permanecer en trabajos o en relaciones que les producen infelicidad por tal de no confrontar ciertas normas sociales.

La adolescencia es la etapa de la “rebeldía”. El momento de los “por qués” y los “para qués”, del cuestionamiento de las creencias tempranamente adquiridas en este proceso de socialización. En un contexto sociocultural en el que la disidencia está mal vista, la adolescencia sana entonces estará mal vista

¿Cuáles son las consecuencias de patologizarla?

La rebeldía sana de la adolescencia2

La destrucción de su pensamiento crítico y, por lo tanto, la renuncia a una individualidad sana que se cuestiona si ciertas normas sociales siguen siendo realistas, lógicas y útiles para cada quién.

De forma paradójica, contra más se intenta reprimir mayor será la fuerza de rebeldía. Metafóricamente, es como intentar apretar fuertemente una pastilla de jabón.

Cuando las madres y padres de infantes respondían ante una pregunta con un “porque lo digo yo”, como mucho recibían una pataleta a cambio.

La pataleta es una expresión de impotencia y frustración ante una norma impuesta que no se entiende. Los niños y niñas no son tont@s cuando algo no les encaja.

Cuando en la adolescencia empiezan a desarrollar un lenguaje que permite la argumentación y discusión, sin embargo, algu@ns adult@s suelen no responder de forma distinta a cuando est@s mism@s hacían pataletas. Es decir, manteniéndose en una rigidez que en ocasiones termina con un “porque sí y punto”, como si eso les consolara. Más bien, la incertidumbre genera más impotencia. Volviendo a la metáfora de la pastilla de jabón, los roces continuos hacen el desgaste.

No hay que olvidar que est@s adult@s también pasaron por la adolescencia, y que quizás su rigidez al contraargumentar es fruto de una cadena de rebeldías no atendidas de forma sana.

Cómo le hablamos a nuestras niñas y niños será cómo se hablarán ellas y ellos cuando crezcan. De esto habla el efecto Pigmalión: es la influencia que una persona puede ejercer sobre otra, basándose en la imagen que esta tiene de ella. Si creemos que no entienden y l@s tratamos de tont@s, eso conseguiremos.

Lo que dices lo crees, y lo que crees lo creas

En lugar de eso, aceptar la rebeldía sana de la adolescencia pasa por, como adult@s, trabajar nuestra tolerancia a la frustración de que nos cuestionen y adaptar las explicaciones, los “porqués” y “para qués”, a la etapa vital y nivel de entendimiento de “l@s cuestionadores”.

 

Fuente:

Ana Martín Garcés

Psicóloga de adultos y adolescentes

Nº colegiada 27721