El amor de transferencia

Podemos hablar mucho del amor pero como psicoanalistas, nos referimos en este artículo al amor de transferencia (también al odio).

En el principio fue el amor, dice Lacan el 16 de noviembre de 1960 en su seminario La Transferencia.

Y sostiene que el dispositivo analítico genera un nuevo amor, un amor verdadero.

Un sujeto representado por su síntoma consulta a un analista y genera hacia él un amor que se dirige al saber supuesto a un sujeto, encarnado en el analista.

Sin embargo, como todo amor, es ciego y padece la universal pasión de la ignorancia y el horror de saber.

Amor de transferencia y saber inconsciente

Este enamoramiento, que al principio del análisis representa una búsqueda de satisfacción pulsional del analizante, se pondrá al servicio del saber inconsciente de éste, forzado por el deseo de analista.

La transferencia, como puesta en acto de la realidad del inconsciente, irá desvelando, poco a poco, la verdad del drama del amor, que es la de su ceguera, o sea, la de amar en el otro algo que no es el otro: “no era ella, no era él” ilustra Lacan.

Ella –una mujer– busca como fin ese amor incondicional sin barreras y encuentra en el hombre el goce sexual y los hijos.

El hombre busca en ella el objeto de su fantasma que causa su deseo y el goce sexual, que reafirma su supuesta entereza, y encuentra una demanda de amor irrealizable y un goce enigmático y desconocido.

Este encuentro amoroso fallido entre la mujer y el hombre es una de las muchas razones de la queja femenina y feminista hacia el hombre y de la subestimación masculina y machista hacia la mujer.

El análisis

En el análisis, ellas y ellos buscarán en el vínculo con el analista el predominio del reino del amor y descubrirán la ilusión fálica de ser y de tener la completud. De ser Uno con el otro o de tener – del analista- o hacerle tener al analista lo que falta para complementarse.

      La cebolla ilusoria

Más tarde los analizantes, desgajando, no sin lágrimas, esta cebolla ilusoria del amor primero y de la ficción fálica después, se encontrarán con la verdad desnuda, el hueso vacío del objeto de sus fantasmas inconscientes: el objeto real a.

En sus últimos días, Freud define la práctica analítica como un amor a la verdad, una verdad que el poeta peruano Carlos Germán Belli caracteriza como: “somos lo que nos falta, no lo que tenemos”