
Ansiedad, una mezcla de expectativa y temor
La ansiedad a lo largo de la historia
Existen numerosos registros en torno a la idea de ansiedad a lo largo de la historia. Durante el siglo I, Epicteto, reflexionaba acerca de sus orígenes, considerando que estos, no se debían exclusivamente a nuestra biología sino más bien, a cómo cada uno de nosotros percibía la realidad. Con posterioridad, durante el siglo XVII, el filósofo neerlandés Baruch Spinoza, coincidiendo con el actual enfoque cognitivo-conductual sobre la ansiedad, afirmaba que dada la imposibilidad de controlar algo, no merece nuestros esfuerzos temer aquello, ya que con el miedo no se conseguiría nada.
A lo largo del desarrollo de la psicología y la psiquiatría, todas sus respectivas corrientes, han abordado el concepto de desde sus propios enfoques y concepciones de la problemática humana. Y es recién en el año 1980 que aparece registrada como categoría clínica, cuando se incorpora en la tercera edición del Manual de Diagnóstico y Estadística de los trastornos mentales (DSM) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
El origen
El origen de la ansiedad es multifactorial. Obedece tanto a factores biológicos, como a culturales o ambientales, siendo además, producto de la educación que recibimos cada uno de nosotros.
Actualmente, gracias a los avances de la ciencia, podemos afirmar que hay cierto componente genético. Se ha concluido que el papel de ciertos neurotransmisores incide en la disminución o aumento de los síntomas. Asimismo, determinados genes pueden activar grupos específicos de neuronas en la amígdala cerebral y en otras ubicaciones fundamentales del circuito neural que controla las conductas de temor.
A nivel fisiológico deja rastros en el organismo, padecerla se relaciona con altos niveles de cortisol, hormona que se libera ante una situación de miedo o amenaza.
La ansiedad es una emoción y su función como tal, es adaptativa. También es una forma de auto-comunicación. Nuestra mente y nuestro cuerpo, mandan un mensaje interior para entender qué nos sucede y comprender nuestro entorno.
A niveles no adaptativos, se caracteriza por el hecho de sentir una pérdida de control en la propia vida, acompañado, en ocasiones, por una baja autoestima y una sensación de poca autoeficacia. En ese sentido, las personas que la sufren, desarrollan una patológica y negativa atención centrada en sí mismas. Esto forma parte esencial de la estructura cognitivo-afectiva de la ansiedad.
Definiendo la emoción
Según Barry E. Wolfe, la ansiedad “es el temor de un futuro sufrimiento: la anticipación aprensiva de una catástrofe insoportable que uno no puede impedir”. La ansiedad a diferencia del miedo no tiene un objeto definido. Posee orientación hacia el futuro, surgiendo de una mezcla entre expectativa y temor.
Diferencias entre estado, rasgo y crisis de ansiedad.
- El estado de ansiedad es una sensación puntual, cierto nerviosismo, inquietud, preocupación, con la inminente percepción de que sucederá algo con supuestas graves consecuencias para la persona. Va acompañado de diferentes sensaciones corporales como tensión muscular, manos y pies fríos, diferentes tipos de movimientos corporales y una subida en la frecuencia cardíaca, entre otros síntomas.
- El rasgo de ansiedad es la predisposición que tienen algunos individuos a padecer más estados de ansiedad que el resto. Las circunstancias personales o ciclos vitales pueden ser los desencadenantes esta tendencia.
- La crisis de ansiedad o ataque de ansiedad es un acceso de miedo extremo, un malestar que surge de forma repentina al enfrentarse a algún tipo de situación o incluso, sin motivo aparente, de manera espontánea. Los síntomas habituales que acompañan este cuadro son palpitaciones, aumento de la frecuencia cardíaca, sudor, temblores, nauseas, mareos, dolor en el pecho, entre otros. Sufrir un acceso de ansiedad tiene como consecuencia la paralización de la acción, la prioridad es huir, elimina la sensación de placer y el pensamiento se torna completamente catastrófico. Una experiencia altamente dolorosa para quien la sufre.
La reacción de «lucha o huida»
Como comentábamos anteriormente la ansiedad como emoción, en sí es adaptativa y depende de una reacción física automática frente a una amenaza. El organismo se prepara para lo que se denomina reacción de “lucha o huida” y se desencadenan diferentes reacciones en el cuerpo. Se comienza con sudores y secreciones del tubo digestivo y riñones, estos se vacían involuntariamente consecuencia de la relajación de los músculos del esfínter. El corazón late rápidamente y la mente se nubla. Se produce un palidecimiento consecuencia de la constricción de los vasos sanguíneos periféricos que conducen la sangre de las extremidades a los músculos esqueléticos. Para elevar el caudal de oxígeno en la sangre, la respiración se vuelve más rápida y profunda. El hígado aporta una dosis extra de energía a diferentes órganos y músculos, secretando una mayor cantidad de glucosa. La sangre se desplaza del canal alimenticio provocando sequedad en la boca y frecuentemente genera el impulso de defecar, orinar o vomitar, priorizando la supervivencia. Esta reacción es común a casi todos los animales.
¿Cuándo la ansiedad se vuelve patológica?
El problema arriba cuando la reacción de “lucha o huida”, no se activa justificadamente o de modo apropiado, todo esto tiene como consecuencia una reacción fisiológica carente de objeto justificado o desproporcionada frente a la dimensión de la amenaza, volviéndose una ansiedad patológica.
William James, filósofo y psicólogo alemán, sostenía que una de las causas de la ansiedad patológica podría ser las condiciones de la sociedad moderna, contrarias a las circunstancias en las cuales se desarrolló esta estrategia de supervivencia, en sociedades más primitivas. La reacción de “lucha o huida” se vuelve poco adecuada en una sociedad moderna y evolucionada.
La capacidad del ser humano de ser consciente de sus sensaciones, emociones y para reflexionar acerca de ellas, le otorga a la ansiedad una dimensión existencial, carente en la reacción de alarma de otros animales. A diferencia del miedo, que es consecuencia de una amenaza real proveniente del mundo exterior, la ansiedad se manifiesta ante una alarma que se genera en nuestro interior. Podría decirse que fracasan las defensas habituales ante lo que sería una visión altamente dolorosa para el yo. Todo esto se manifiesta en síntomas de distracción defensivos, la tensión psíquica se transforma en ataques de pánico o en una ansiedad generalizada.
Las consecuencias de la ansiedad patológica se aprecian en los exámenes de imagen por resonancia magnética. Se observa una hiperactividad de la amígdala, cuya función es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales. El descenso de ansiedad comporta una disminución de la actividad de la amígdala y de un aumento de la actividad del córtex pre-frontal, encargado, entre otras funciones, del pensamiento más racional.
Bibliografía:
LUENGO, M., Los secretos de la ansiedad. Ed. Paidós Ibérica, 2015.
MORENO, P., Aprender de la ansiedad. La sabiduría de las emociones. Ed. Desclee de Brouwer, 2013.
STOSSEL, S., Ansiedad. Miedo, esperanza y la búsqueda de la paz interior. Ed. Seix Barral, 2014.
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